Había una vez un grupo que se erigió como un faro en el competitivo mundo de la restauración en España. Su nombre, Tragaluz, resonaba en las mentes de los amantes de la buena comida y la calidad. Pero, como todas las historias de éxito, esta también tenía un comienzo humilde.
Corría el año 1987 cuando Rosa María Esteva decidió aventurarse en el mundo de la restauración en Barcelona. Con su visión y pasión por la gastronomía, abrió su primer restaurante, el Mordisco. No lo hizo sola; su hijo Tomás Tarruella se unió a ella en este emocionante viaje. Juntos, comenzaron a tejer la historia de lo que se convertiría en el icónico Grupo Tragaluz.
Lo que comenzó como un modesto restaurante en Barcelona se convirtió en una galaxia de más de 20 restaurantes repartidos por toda España, desde Barcelona hasta Madrid, Mallorca y Valencia. La filosofía del grupo siempre fue clara: ofrecer gastronomía de alta calidad con ingredientes frescos y locales, en entornos vanguardistas y a precios accesibles. Lugares como Tragaluz, Cuines Santa Caterina, Bar Lobo o el Hotel Omm se convirtieron en nombres familiares para los amantes de la buena comida.
Pero Tragaluz no se conformó con lo convencional. Abrazaron la innovación y la diversificación, dando vida a otros conceptos culinarios como En Compañía de Lobos. Este proyecto se extendió a lo largo y ancho de Barcelona, Madrid y Mallorca, ofreciendo propuestas gastronómicas inspiradas en diferentes culturas y países. Además, el grupo se asoció con renombrados chefs como Martín Berasategui, Albert Adrià y Nandu Jubany, y participó en proyectos culturales de alto calibre, como el Museo Picasso y el MACBA.
El éxito de Tragaluz no fue mera casualidad. Fue el resultado de una visión empresarial audaz y una pasión ardiente por la cocina que compartieron con sus clientes y sus equipos. La capacidad de adaptarse a las tendencias del mercado y a los gustos cambiantes de los consumidores, junto con la meticulosa atención al diseño y la decoración de cada local, los convirtió en un fenómeno gastronómico.
En 2019, el grupo Tragaluz dio un paso audaz al traer a bordo a un socio financiero, la firma de capital riesgo Miura Private Equity. Esta operación cambió la gestión y la estrategia de la compañía, con el objetivo de profesionalizar su estructura y obtener los recursos necesarios para continuar creciendo. Tomás Tarruella mantuvo el control del 33% del nuevo grupo Tragaluz-En Compañía de Lobos, mientras que el abogado Gonzalo Rodés Vilà adquirió el 5%. Rosa María Esteva vendió su participación, pero conservó el restaurante Mordisco.
El nuevo grupo nació con 22 restaurantes en Barcelona, Madrid y Mallorca, con una facturación conjunta de 45 millones de euros en 2018 y una plantilla de 900 personas. Entre los locales más exitosos se encontraban Pez Vela, Cuines de Santa Caterina, Bestial y Negro en Barcelona, y Bar Tomate y Luzi Bombón en Madrid.
Pero la historia de Tragaluz no se limita a la comida; también se teje en el tapiz cultural de España. Han apoyado proyectos en museos y centros culturales, como el Museo Picasso de Barcelona, el MACBA, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid y muchos otros. Su amor por la cultura y el arte se refleja en sus espacios, que buscan ofrecer experiencias gastronómicas únicas a los visitantes.
A día de hoy, el Grupo Tragaluz sigue ofreciendo una amplia variedad de gastronomía de calidad. Su desafío es mantenerse en la cima en un mercado cada vez más competitivo sin perder su identidad. Cuentan con el apoyo de un socio inversor que comparte su visión y valores, así como con la experiencia de sus talentosos profesionales. Tragaluz es un ejemplo vivo de cómo se puede combinar la tradición con la innovación, la pasión con el negocio y el arte con la gastronomía.
Pero no todo es camino de rosas ya que actualmente, el Grupo Tragaluz se encuentra inmerso en una controversia que ha generado un intenso debate.
La controversia en cuestión gira en torno a la construcción de un restaurante en las inmediaciones del prestigioso museo Es Baluard de Palma. Este museo alberga una muralla renacentista catalogada como Bien de Interés Cultural, lo que otorga un carácter especial a su entorno. El proyecto en cuestión fue otorgado al Grupo Tragaluz en el año 2021 por la Fundación Es Baluard, entidad que cuenta con la participación del Govern, el Consell de Mallorca, el Ayuntamiento de Palma y la Fundació d’Art Serra.
Sin embargo, la situación tomó un giro inesperado en el año 2023 cuando el departamento de Patrimonio del Consell de Mallorca decidió paralizar las obras. Las razones detrás de esta decisión radican en la detección de numerosas irregularidades y deficiencias en el proyecto original. La asociación ARCA, en defensa del patrimonio, denunció que esta infraestructura parecía colonizar el entorno histórico y ejercía un impacto visual negativo sobre la muralla, además de limitar el acceso libre del público a ese espacio histórico. Ante esta situación, el director general de Cultura del Govern, Pedro Vidal, afirmó que se acatarían las decisiones de los técnicos del Consell, quienes ostentan un conocimiento experto en la materia.
Por su parte, el Grupo Tragaluz no ha tardado en tomar la palabra para defender su posición. Afirman que su intención era, desde el inicio, crear un restaurante que respetara tanto el patrimonio cultural como las necesidades de la comunidad local. Sostienen que todas las obras se habían llevado a cabo siguiendo las licencias pertinentes y han asegurarado su disposición a colaborar con las autoridades para resolver el conflicto y adecuar el proyecto a las exigencias legales.
En palabras del Grupo Tragaluz: "Manifestamos nuestra firme voluntad de trabajar de manera coordinada y en plena colaboración con instituciones y administraciones, tal como siempre hemos hecho, para llevar a cabo la ejecución del restaurante de Es Baluard. Este proyecto fue ganador del concurso convocado por la Fundación Es Baluard en 2021 y recibió la aprobación en 2022, en un proceso de licitación pública. Una vez adjudicado el proyecto, se presentó a todas las partes involucradas, y sus comentarios fueron incorporados al proyecto, obteniendo la aprobación de todas ellas."
Además, el Grupo lamentó que su proyecto se haya etiquetado como un "beach club", alegando que el restaurante-cafetería se concibió específicamente para integrarse de manera armónica en el entorno, añadiendo valor a las instalaciones actuales del Museo y respetando al máximo el patrimonio y el entorno de la ciudad de Palma. Se destacó que antes de sus trabajos, en Es Baluard ya existía un espacio de restauración y ocio en desuso desde hace años, y que su objetivo era mejorar dicho espacio y sumar a la oferta del museo, manteniendo una propuesta respetuosa con el entorno y el patrimonio de la muralla.
El Grupo Tragaluz concluye afirmando su compromiso continuo de trabajar de cerca con el Govern, el Consell de Mallorca, el Ayuntamiento de Palma y el propio Museo de Es Baluard, tal como siempre lo han hecho, con el objetivo de presentar un espacio singular, accesible para todos y, ante todo, respetuoso con el patrimonio y el entorno.
En estos momentos, el Grupo Tragaluz se encuentra inmerso en la revisión de las soluciones constructivas del proyecto exterior, demostrando su voluntad máxima de alcanzar un consenso y desarrollar un proyecto que integre y respete el entorno en su totalidad. El desenlace de esta controversia aún está por determinarse, pero sin duda, la pasión por la cultura y el arte que caracteriza al Grupo Tragaluz seguirá siendo un elemento central en su historia.
