¿Sabemos lo que significa ser un/una deportista profesional o de élite?
Recientemente tuvo lugar uno de los eventos deportivos más importantes para cualquier persona apasionada a los deportes y, sobre todo, para todos/as los/as deportistas: los Juegos Olímpicos.
¿A cuántos de vosotros/as os gustaría estar allí o haber participado en unos Juegos Olímpicos en algún momento de vuestras carreras deportivas? Sin miedo a equivocarme puedo decir que la mayoría de vosotros/as, si habéis practicado deporte de forma regular durante vuestra vida, habréis respondido la pregunta con un “yo” o de forma afirmativa. Es más, añadiría que a cualquier profesional (médico, fisioterapeuta, entrenador/a, nutricionista, preparador/a físico/a, entrenador/a ayudante, psicólogo/a, etc.) que trabaja en el mundo del deporte le gustaría poder vivir unos Juegos.
En este post no voy a hablar de los Juegos Olímpicos (aunque podría dar mucho que hablar, y aún más este año), sino que voy a hablar de lo que implica poder estar allí en algún momento de nuestras carreras deportivas. No hablo de una exclusividad de los Juegos, sino de la profesionalización del/la deportista.
Entiendo que todas las personas que han respondido de forma afirmativa a la pregunta anterior también habrán sentido en algún momento de su carrera deportiva las ganas e ilusión de ser un/a deportista profesional o de elite en su deporte. En nuestro caso nos centraremos en el golf, por lo que estamos hablando de cuántas personas quieren o a cuántas les gustaría ser un/a golfista profesional.
Afirmar la hipótesis de que la mayoría de las personas quieren o les gustaría dar este paso implica, para mí, preguntar: ¿sabemos lo que significa ser un/una deportista profesional o de elite?” Este post pretende orientar a los/as lectores/as hacia el camino de la profesionalización del deportista y dar a conocer cosas que no nos enseñan los medios de comunicación, entre otros aspectos.
Muchas veces pensamos que ser un/a golfista profesional es o debe de ser la hostia (perdón por la expresión). Pensamos que lo tienen todo: fama, dinero, cosas materiales de un valor incalculable, dominan el deporte que nos apasiona, repercusión social, etc. Incluso muchas veces, siguiendo la misma creencia, pensamos que los/as golfistas de elite y/o profesionales no pueden estar mal y tener problemas ya que, como parece, lo tienen todo. Esta creencia se debe a un desconocimiento de lo que realmente vive un/a golfista profesional, además de dar un valor excesivo, simplemente por ausencia en nuestras vidas, a cosas que para ellos no tiene o, al menos, no tiene tanto.
De todos modos, nunca es buena idea empezar la casa por el tejado, así que no empezaré a escribir sobre cuando ya eres profesional, sino que voy a empezar desde el principio. En este caso, los fundamentos de la casa (del post) se sostienen en qué hay que hacer para llegar a ser golfista profesional (cosas que no nos enseñan los medios de comunicación, con lo que muchas personas estamos totalmente desinformadas de este proceso).
Para intentar llegar a ser golfista profesional hace falta tiempo, esfuerzo, sacrificio, perseverancia y capacidad de adaptación, entre otros. Esto se traduce en muchas horas de entrenamiento, lo cual no quiere decir que solo cuente la cantidad (horas), ya que no es así ni mucho menos. La cantidad puede ser beneficiosa en determinados aspectos y perjudicial en otras, pero sí que es cierto que hay que invertir horas de práctica para llegar a lo más alto. Estas horas no se traducen solo en practicar golf, ya que el rendimiento es una variable multifactorial y si queremos mejorar nuestro rendimiento hay que trabajar todas las variables.
Trabajar la parte física es muy importante, tanto para la mejora de nuestra capacidad física como para la prevención de lesiones. Hay que cuidar y mimar el cuerpo, invirtiendo en la recuperación y cuidando la alimentación ya que es la nos ayudará a dar al cuerpo la energía y los nutrientes que necesita para poder rendir al máximo, además de una mejora en la recuperación del cuerpo. A todo esto hay que añadir otro aspecto, la parte psicológica. Si se quiere llegar a lo más alto se debe de entrenar y practicar este aspecto.
La psicología no es mágica y no sirve solo para la resolución de problemas (que también), sino que si se trabaja diariamente y de forma constante puede prevenir muchas problemáticas posteriores, además de aportar su granito de arena en la mejora del rendimiento.
El esfuerzo y sacrificio no se traducen solo en más horas de entrenamiento, sino en forma de renuncia. No me gusta llamarlo renuncia porque no debería entenderse como prescindir de algo (ya que nos pasaría factura), sino que se trata de cambiar las prioridades de tu vida, de forma que lo prioritario debería ser todo lo relacionado con la salud y rendimiento.
Todas estas personas que quieren llegar a la elite o ser profesionales, ¿están dispuestos/as a sacrificar actividades, relaciones sociales, etc., para poder dedicarse a su rendimiento y lo que ello implica? No se trata de todo o nada, es decir, no se trata de eliminar nuestras relaciones sociales ni otras actividades de ocio, ya que esto sería totalmente contraproducente a medio o largo plazo (no podemos tener solo una identidad, tema que también abarcaremos en un futuro), pero deberemos repartir mejor las horas y puede que dedicar menos tiempo a según que actividades. Para poner un ejemplo de lo que estoy hablando solo hace falta recordar las palabras de Ana Peleteiro (atleta de triple salto española, medalla de bronce Tokio 2020) en una entrevista, en la que manifiesta que “es un esfuerzo de toda una vida, es una vida dedicada a esto, el deporte es algo muy sacrificado y que muy pocas personas son capaces de asumir y de afrontar este riesgo, esta dedicación. Me he perdido muchísimas cosas, me he perdido bodas, comuniones, ver nacer a mis sobrinos, me he perdido muchísimas cosas por eso”.
¿Estamos dispuestos a pagar este precio para intentar ser profesional?
Si la respuesta es afirmativa podemos seguir leyendo.
A todo esto, hay que sumarle un factor muy importante y este es que ¡en la foto no caben todos!
No todo el mundo que trabaje todo lo mencionado anteriormente y sus prioridades cambien para que estas sean por y para su salud y rendimiento llegará a ser profesional, ya que las plazas son limitadas. Llegar a lo más alto es muy duro, y nadie nos asegura poder estar allí.
En el mundo profesional la diferencia se marca en las pequeñas cosas, en los detalles y hay que ser muy constante e insistente para llegar allí. Aquí el trabajo psicológico diría yo que es primordial, ya que inicialmente estaremos invirtiendo mucho de nosotros sin saber qué puede pasar en un futuro.
Evidentemente, se puede trabajar para gestionar todo esto, ya que hay muchas variables psicológicas que se ponen en juego, como la motivación, confianza, eficacia percibida, etc.
Supongamos que logramos salir en la foto, que nadie piense que allí es todo de color de rosas y todo “happy”.
Antes de continuar con el tema (espero no haber cortado mucho el rollo), ¿alguno/a de vosotros/as se ha fijado en qué palabra he utilizado durante el post para referirme a los/as deportistas?
Para responder no vale subir con el ratón hacia arriba para ver la palabra, si no os habéis fijado no pasa nada, os la digo yo: me he referido a ellos y ellas como personas. Esto que parece una obviedad muchas veces pasa por alto y tendemos a despersonalizar a los/as deportistas (un día escribí sobre esto refiriéndome a esta etiqueta como la etiqueta del olvido, ya que al etiquetar a estas personas como deportistas se nos olvida que son personas).
Bien, volviendo al tema, os cuento todo esto porque al ser personas tienen sus problemas como vosotros y como yo. Y olvidar esto genera muchos factores de riesgo para que la salud mental de un/a deportista sea vulnerable.
Seguimos en el proceso de profesionalización de los y las golfistas (y cualquier deporte). A todo lo anterior hay que sumarle que los resultados tienen un peso importante en la vida de los/as deportistas, ya que de ellos se sustenta su economía, ya sea mediante premios (en caso de torneos) o para captar sponsors (otro tema que causa dolores de cabeza, el encontrar y mantener).
Anteriormente he mencionado la fama como algo positivo y que, como deportistas, nos gustaría tener, pero esta misma fama es un arma de doble filo, ya que la presión que puede generar el querer complacer a todos los fans es enorme. Sin ir más lejos, Simone Biles ha manifestado en estos Juegos que “siente que lleva la presión de TODO el mundo sobre sus espaldas”, además de que “hay que cuidar la salud mental”, retirándose de las finales por equipos e individuales. Para quien no conozca a Simone Biles, es una de las mejores gimnastas del mundo, pero como ella podemos destacad multitud de ejemplos (Naomi Osaka, Iniesta, Kevin Love, etc.).
¿Pensáis que es fácil ser, por poner algunos ejemplos, Jon Rahm, Dustin Johnson o Nelly Korda, o el gran Tiger Woods, quien en su día tuvo que acudir a médicos y psicólogos (espero) para tratar sus problemas de ansiedad?. Para nada es fácil, han trabajado muy muy duro para llegar donde han llegado, pero en cada golpe se juegan mucho más que un golpe (y el no saber gestionar esto les puede pasar factura, de hecho, lo estamos viendo).
La vida en el deporte profesional y de elite se decide por detalles, y esto hace que estas personas tengan que llevar su cuerpo y su mente al límite, por lo que si esto no se trabaja de forma adecuada puede tener efectos muy negativos sobre ellos.
Para terminar, quiero aclarar que con este post no pretendo quitar la ilusión de nadie para luchar por ser un/a golfista profesional, lo que quiero es exponer a todo el mundo la verdad de este mundo y dar a conocer en qué consiste el camino que van a emprender. Mi objetivo es que estén informados y se preparen de la mejor forma posible, trabajando todas las variables que afecten al rendimiento y a la persona.
Psicólogo