Los humanos convivimos de forma muy próxima con los animales de compañía, en especial con el perro y el gato, y debemos comunicarnos con ellos de forma efectiva para que la relación resulte satisfactoria.
Asimismo es esencial la educación de la mascota en las normas y rutinas del hogar.
El uso del castigo es habitual en la educación de los pequeños animales y deberíamos preguntarnos cómo entienden el perro y el gato el castigo y que repercusiones tiene sobre el aprendizaje, el vínculo con el grupo familiar y su bienestar.
Algunas definiciones que nos pueden resultar útiles:
El castigo negativo: retiramos al animal algo que le gusta para reducir la probabilidad de que esa conducta se repita, por ejemplo finalizar el juego retirando la mano si durante el juego nos hacen daño con los dientes.
Para la educación del perro y el gato debemos favorecer que se produzcan muchas conductas que podamos premiar, poniéndoles muy fácil que sucedan e ignoraremos las conductas que no nos interesan. En ocasiones podemos utilizar el castigo negativo o el refuerzo negativo siempre mostrando la conducta alternativa que sí reforzamos positivamente, si bien para hacer buen uso de estas técnicas lo adecuado es recibir formación para ello.
Nunca emplearemos el castigo positivo por las siguientes razones:
-La aplicación debe ser inmediata a la conducta, dentro de 1 segundo de tiempo, de otro modo castigas cualquier otra conducta que realice en ese momento el animal.
-Debemos estar muy atentos a las conductas de apaciguamiento y de desplazamiento ( mira al suelo, agacha la cabeza, nos muestra la barriga, se lame el labio,…) que el perro ofrece en el momento de aplicación del castigo y cesar inmediatamente el castigo cuando las detectemos. Si continuamos a pesar de todas las señales que nos da puede probar con la agresión a ver si de una vez le entendemos. En el gato el lenguaje es limitado, normalmente huye o es agresivo.
-En los animales con miedo la utilización del castigo aumenta el miedo y puede conducir a otros problemas de conducta como la agresividad. Igualmente el castigo ocasiona miedo a la persona que lo aplica y al lugar en que se lleva a cabo, lo que implica un deterioro del vínculo propietario- animal de compañía y que el animal perciba su entorno de forma hostil.
-Durante la aplicación del castigo el animal puede asociarlo a cualquier otro estímulo del entorno: objetos, niños, perros, etc. Haciendo asociaciones negativas que pueden desembocar en otros problemas de conducta.
-La intensidad del castigo debe ser suficiente para ser efectivo, si no es útil aumentaremos la intensidad ya que además se produce una habituación por parte del animal con lo que el daño físico puede llegar a ser muy cruel.
-El castigo físico puede producir lesiones en los animales como quemaduras en el caso de los collares eléctricos, colapso de traquea, síndrome de horner o laceraciones en la piel en el caso de los collares de puas y edema pulmonar o glaucoma con los collares de ahogo.
-Si ante una determinada conducta a veces la castigamos, a veces la ignoramos y a veces la premiamos, estamos haciendo un uso muy inconsistente del castigo que puede hacer que la conducta aumente ya que pasamos a un refuerzo variable que tiene un elevado poder en el mantenimiento de las conductas.
-El castigo no enseña nuevos comportamientos, impide el aprendizaje e incluso puede llevar a una situación de “Indefensión aprendida” que se asemeja a la depresión humana.
-El perro NO quiere ser dominante sobre nosotros y NO tenemos que someterlo. No se ha demostrado a día de hoy que el perro establezca relaciones de dominancia con otros perros ni con el humano, aunque desgraciadamente en algunos programas de televisión lo repiten sin ningún sentido día tras día incitando al uso de técnicas violentas y peligrosas.
-Diferentes estudios concluyen que los perros entrenados usando métodos basados en el refuerzo positivo reportaron ser más obedientes que los perros entrenados usando solo castigo o una combinación entre castigo y refuerzo, además los entrenamientos basados en el castigo no son efectivos reduciendo la incidencia de comportamientos problemáticos incluso parece que aumenta la ocurrencia de problemas potenciales.
En conclusión hagamos una reflexión sobre el empleo del castigo y sus consecuencias antes de aplicarlo, comtemplemos otras formas de educar a nuestros queridos animales de compañía y formémonos para conocer el lenguaje y educación canina y felina.
Bibliografía consultada:
C/ Joan Homs 11